lunes, 16 de abril de 2018

Educamos desde el cuidado




En Compañía de María, en esta Pascua, queremos educar desde el cuidado


 Se cuida lo que se quiere y se valora. El prototipo del cuidado es una mamá.  El cuidado tiene que ver con la ternura, con la protección (la del otro, no la mía), la responsabilidad. 
Cuidar es ayudar a crecer, por eso cuidar también es acoger, abrigar y alimentar. 
Cuando cuido amo. 

El cuidado está en sintonía con la novedad del Evangelio porque está centrado en el amor, en la búsqueda del bien más que en el rechazo del mal. La vida y el proyecto educativo de Santa Juana también representan un modelo de cuidado. Cuidado de su fe, de su familia, de la mujer en su empeño por su educación. En esta Pascua tomemos su posta y en nuestro 
colegio, en todo momento y conscientemente, cuidemos la vida, toda vida y todas las cosas que aún sin vida sostienen a la vida, pero no lo hagamos como un soldado defendiendo un territorio, sino como una mamá cuidando a su hijo, en fin, como Dios PadreMadre con todas sus creaturas. 


Dice el Papa Francisco… Creo que San Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil.... Él manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. Amaba y era amado por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal. Era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior. … si nos sentimos

 íntimamente unidos a todo lo que existe, la sobriedad y el cuidado brotarán de modo espontáneo. La pobreza y la austeridad de san Francisco no eran un ascetismo meramente exterior, sino algo más radical: una renuncia a convertir la realidad en mero objeto de uso y de dominio. … el ser humano todavía es capaz de intervenir positivamente. Como ha sido creado para amar, en medio de sus límites brotan inevitablemente gestos de generosidad, solidaridad y cuidado. [Carta Laudato si, sobre el cuidado de la casa común, 10, 11 y 58] 

Dice el Papa Francisco… Los ámbitos educativos son diversos: la escuela, la familia, los medios de comunicación, la catequesis, etc. Una buena educación escolar en la temprana edad coloca semillas que pueden producir efectos a lo largo de toda una vida. Pero quiero destacar la importancia central de la familia, porque «es el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada contra los múltiples ataques a que está expuesta, y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano. Contra la llamada cultura de la muerte, la familia constituye la sede de la cultura de la vida. En la familia se cultivan los 
primeros hábitos de amor y cuidado de la vida... La familia es el lugar de la formación integral, donde se desenvuelven los distintos aspectos, íntimamente relacionados entre sí, de la maduración personal. En la familia se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir «gracias» como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad, y a pedir perdón cuando hacemos algún daño. Estos pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto a lo que nos rodea. [Carta Laudato si, sobre el cuidado de la casa común, 213] 

 Dice el Papa Francisco… En este tiempo podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia... Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo. [El rostro de la misericordia, 15]

En las huellas de Santa Juana… “Frente a esta crisis de sentido y solidaridad que sufren tantos hermanos nuestros, nuestra vida tiene que proclamar una Buena Nueva de Salvación”. (XI C.G. 1979, pág. 24)